Magnífica metáfora la del nuevo anuncio de Telefónica, o Movistar, o como Dios quiera que se llame ahora. Dos varones, niño y anciano, que deciden colocarse sendas caretas de gallo y se tiran al monte a pegar kikirikidos.
Unos pensarán que es una estupidez de anuncio, otros lo encontrarán hasta tierno. Yo era de los primeros, pero ahora lo valoro como la imágen más fiable de la empresa citada. O, al menos, las imágenes que a mi enferma cabeza vienen cada vez que me toca hablar con su servicio de atención al cliente.
Les contaré el caso. En mala hora del día 24 de Mayo del presente año decidí hacer una migración (tal y como llaman ellos) de tarjeta prepago a contrato en unas condiciones aparentemente ventajosas y con teléfono móvil nuevo a coste cero. Todo eran sonrisas y confianzas por parte de la moceta que me enculó el asunto en la tienda de un conocido distribuidor oficial de la marca. Después de jurarme y perjurarme que conservaría todas mis condiciones del momento, incluído el descuento por el servicio "Mi favorito", me encuentro a los dos días consultando mis consumos en el servicio web de la operadora y... ¡zurrapa!, se jodió el invento; encuentro las tan temidas cifras abultadas respecto al citado número favorito.
Con toda la paciencia, tranquilidad y buena intención del mundo llamo al 1004, número de atención al cliente. Pues bien, después de lidiar durante más de cinco minutos con un contestador hijo de Satanás, ¡odisea!, consigo que me atienda un "operador". Perdón, todavía conservo la duda de si me atendió o me desatendió, y es que si al acento de Latin Queen del que hacía gala el colega le sumamos las interferencias que entraban por su pinganillo lo único que saqué en claro fue la entrada en ebullición de mi sangre.
A día 2 de Junio, y de momento, sólo he conseguido abrir dos expedientes de disconformidad, con dos interminables números de referencia para seguir protestando periódicamente hasta que se decidan a prestarle atención al asunto. Por supuesto, la tarificación de mi línea sigue siendo errónea, pero... o te jodes, o te rascas. No me saben dar otra solución hasta que como mínimo pase el primer mes y la primera factura. ¡De puta madre, co!.
No sé si alguno de los que me han atendido en el mentado 1004 habrán visto la película "Don Erre que Erre". No sé si, en la amplia suma de indios americanos con necesidad apremiante de logopeda, aparte de otros babosos anormales de carrito con nacionalidad española que me han soportado en el servicio de atención al cliente, conocerán al personaje de Don Rodrigo de Quesada magistralmente interpretado por Paco Martínez Soria. Por si acaso, y en primer lugar, siendo que según ellos no tengo otra elección, he ordenado a la entidad bancaria pertinente que devuelva todos los recibos y órdenes de cobro que vengan de Telefónica y/o Movistar. ¿Desde cuándo tengo que pagar la factura de un mes si es errónea?, ¿qué seriedad es ésa?. Lo segundo ha sido compartir mi bilis en este bendito lugar, y lo tercero será ir al defensor del consumidor.
Así que, después de leer este sermón, replantéense lo del anuncio. Cuando estén en mi lugar también abrazarán la idea de ponerse una careta de gallo, de pollo, de sapo o de Antonio Anglés si hace falta y querrán correr al monte más próximo a pegar kikirikidos y demás alaridos por no defecarse, con un estentóreo berrido, sobre las cabelleras de los personajes más ilustres del santoral cristiano.
Como ejemplo, aquí dejo un diálogo de besugos parecido a los que yo he podido tener en las últimas fechas:
P.D.: Perdón señor, a veces no sé entender los mensajes que me envías. En el fondo, soy un afortunado. Sin esta impagable experiencia jamás habría conocido el placer de comprender la idiosincrasia de uno de los grupos de estafadores más conocidos y mejor tolerados de este país. Que conste que los trabajadores del servicio de atención al cliente, tanto los de aquí como los de allá, no tienen ninguna culpa de esta situación.
Vía | Filtrando la Realidad
Imágenes | Google Images, Filtrando la Realidad, Youtube
Unos pensarán que es una estupidez de anuncio, otros lo encontrarán hasta tierno. Yo era de los primeros, pero ahora lo valoro como la imágen más fiable de la empresa citada. O, al menos, las imágenes que a mi enferma cabeza vienen cada vez que me toca hablar con su servicio de atención al cliente.
Les contaré el caso. En mala hora del día 24 de Mayo del presente año decidí hacer una migración (tal y como llaman ellos) de tarjeta prepago a contrato en unas condiciones aparentemente ventajosas y con teléfono móvil nuevo a coste cero. Todo eran sonrisas y confianzas por parte de la moceta que me enculó el asunto en la tienda de un conocido distribuidor oficial de la marca. Después de jurarme y perjurarme que conservaría todas mis condiciones del momento, incluído el descuento por el servicio "Mi favorito", me encuentro a los dos días consultando mis consumos en el servicio web de la operadora y... ¡zurrapa!, se jodió el invento; encuentro las tan temidas cifras abultadas respecto al citado número favorito.
Con toda la paciencia, tranquilidad y buena intención del mundo llamo al 1004, número de atención al cliente. Pues bien, después de lidiar durante más de cinco minutos con un contestador hijo de Satanás, ¡odisea!, consigo que me atienda un "operador". Perdón, todavía conservo la duda de si me atendió o me desatendió, y es que si al acento de Latin Queen del que hacía gala el colega le sumamos las interferencias que entraban por su pinganillo lo único que saqué en claro fue la entrada en ebullición de mi sangre.
A día 2 de Junio, y de momento, sólo he conseguido abrir dos expedientes de disconformidad, con dos interminables números de referencia para seguir protestando periódicamente hasta que se decidan a prestarle atención al asunto. Por supuesto, la tarificación de mi línea sigue siendo errónea, pero... o te jodes, o te rascas. No me saben dar otra solución hasta que como mínimo pase el primer mes y la primera factura. ¡De puta madre, co!.
No sé si alguno de los que me han atendido en el mentado 1004 habrán visto la película "Don Erre que Erre". No sé si, en la amplia suma de indios americanos con necesidad apremiante de logopeda, aparte de otros babosos anormales de carrito con nacionalidad española que me han soportado en el servicio de atención al cliente, conocerán al personaje de Don Rodrigo de Quesada magistralmente interpretado por Paco Martínez Soria. Por si acaso, y en primer lugar, siendo que según ellos no tengo otra elección, he ordenado a la entidad bancaria pertinente que devuelva todos los recibos y órdenes de cobro que vengan de Telefónica y/o Movistar. ¿Desde cuándo tengo que pagar la factura de un mes si es errónea?, ¿qué seriedad es ésa?. Lo segundo ha sido compartir mi bilis en este bendito lugar, y lo tercero será ir al defensor del consumidor.
Así que, después de leer este sermón, replantéense lo del anuncio. Cuando estén en mi lugar también abrazarán la idea de ponerse una careta de gallo, de pollo, de sapo o de Antonio Anglés si hace falta y querrán correr al monte más próximo a pegar kikirikidos y demás alaridos por no defecarse, con un estentóreo berrido, sobre las cabelleras de los personajes más ilustres del santoral cristiano.
Como ejemplo, aquí dejo un diálogo de besugos parecido a los que yo he podido tener en las últimas fechas:
P.D.: Perdón señor, a veces no sé entender los mensajes que me envías. En el fondo, soy un afortunado. Sin esta impagable experiencia jamás habría conocido el placer de comprender la idiosincrasia de uno de los grupos de estafadores más conocidos y mejor tolerados de este país. Que conste que los trabajadores del servicio de atención al cliente, tanto los de aquí como los de allá, no tienen ninguna culpa de esta situación.
Vía | Filtrando la Realidad
Imágenes | Google Images, Filtrando la Realidad, Youtube
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